El Camino del Loco I: De la nada
Siempre pudimos estar sentados, con los ojos cerrados, en la oscuridad. Permanecer quietos, silenciosos y pacientes, sintiendo el tiempo pasar. Pero las cosas no se dieron así. Los conceptos siempre estuvieron ahí, y detrás del concepto, siempre un movimiento. Algo tenía que moverse, y si era una cadena la que nos mantenía atados a una fría pared en un calabozo donde ni siquiera la luz de la luna podía entrar, entonces había que romperla.
Muchos animales llevan en su material genético una atracción magnética que les permite ubicarse en el espacio sin necesidad de un mapa o una brújula. Otros poseen una fuerza capaz de cargar hasta 50 veces su propio peso. Cuando nos arrebatan la humanidad, nos convertimos en animales, y animales nos volvimos. La cadena resistió, pero el muro no. Fue la insistencia, un ritmo constante, lo que nos permitió tirar de la cadena hasta que cedió. Cuando estamos en soledad, no tememos bailar al silencio, ese baile entre brazo, cadena y pared.
El fragmento de muro que se derrumbó ahora deja pasar la luz de la luna. Lo que antes parecía un vacío interminable es, en realidad, una diminuta celda. La humedad da paso a pequeñas microlagunas, frías y fétidas. Las esquinas enmohecidas forman caras inexistentes pero evidentes; ahora, depende de nuestro humor si las percibimos hostiles o amigables. Como era la primera vez que las veíamos, esta vez fueron amigables. Sus largos brazos de moho, entrelazados en los surcos que separan una roca de otra, las hacen parecer danzar al compás de la luz de la luna que se desplaza con el tiempo.
Después de acostumbrarnos a la tenue luz, quisimos verla desde su origen. En la pared donde habíamos reposado la espalda, había una especie de marca formada por pequeñas plantas, una diminuta esponja que la hacía parecer un jardín. En la perpetua oscuridad, nuestra imaginación también era un vacío oscuro. Pero la mente recuerda rápidamente lo que hubo antes y anhela lo que vendrá después. Tras un sueño profundo, lo último que queremos hacer es volver a dormir. Si queremos alcanzar esa luna que nos devolvió la luz, primero debemos derribar esa pared.